El proceso creativo no siempre responde a un momento único en el tiempo. A veces se dilata, latente en quien mira a través del objetivo. Existe en él un puzzle que debe completarse, y de forma casi inconsciente las imágenes se van poniendo delante de la cámara, escribiendo un relato que el fotógrafo reconoce y ordena. Como si se tratase de frases inconexas de una historia que ha oido mil veces en la infancia, que se nubla empañada en el recuerdo, enredadas unas con otras, y van limpiándose de vaho a través del viaje y el tiempo. “Fronteras y Límites” comienza a engendrarse en 2011 y no es hasta 2019 cuando se constituye como conjunto, como relato. Se cierra así la espiral, encontrándose al otro lado del mundo con su reflejo.
El límite es el punto en el que uno es capaz de reencontrarse consigo mismo. El espacio que rompe-unifica todos los puntos. El ser humano es la cuestión, la pregunta que mueve las líneas, el baile en la frontera capaz de unir en uno solo la sombra y la persona. La frontera es la invitación, la entrada a un juego en el que uno deja de ser para encontrarse.
“Las catapultas existenciales están prestas para lanzar al infinito invisible, fuera del marco, las inconscientes vidas de los que no esperan nada. Solo puede salvarles pararse a contemplar el presente que se abre ante ellos.” Y es en ese “pararse a contemplar el presente” en el que nace esta serie. En el impasse que provoca la toma de consciencia de quien se es y se está dejando de ser. “La sombra que nos aplasta nos abre a la posibilidad, fertiliza el presente desde un pasado indistinguible por remoto, extremo y excesivo. La proyectamos en estructuras sólidas como palabras, acciones o construcciones, cuando el relato, los gestos y las obras apenas son un reflejo de toda la entidad que encierra la luz atrapada en sí misma”. (JMFR)